Guía de Granada  Monumentos
San Jerónimo

 

 



MONASTERIO E IGLESIA DE SAN JERONIMO

Su gran claustro, plantado de naranjos, con una vista espectacular de la iglesia y de la Galeria de Convalecientes, es un remanso de paz inesperado en una de las zonas más modernas y activas de la apital; silencio capaz de armonizar la vida de clausura de las monjas jerónimas con diversos actos de contenido cultural, especialmente música religiosa. Por aquí comenzó el renacimiento en los templos andaluces, españoles y americanos.

Se encuentra el Monasterio de San Jerónimo entre las calles Gran Capitán y López Argüeta, en el barrio aristocrático renacentista de la Duquesa, creado a lo largo del s. XVI como consecuencia de la expansión urbana que se produce en Granada tras su conquista por los Reyes Católicos en 1492. El nombre del barrio hace alusión a la duquesa de Sessa, Doña María Manrique, esposa del Gran Capitán, Don Gonzalo Fernández de Córdoba, quienes instalaron su palacio en un lugar cercano al Monasterio.

DATOS HISTÓRICO ARTÍSTICOS. La conquista de Granada, con la implantación de una nueva cultura, la cristiana por la musulmana, produjo importantes cambios en la ciudad, tanto en el terreno urbanístico como en la creación de una nueva tipología arquitectónica (hospitales, iglesias, monasterios, casas señoriales, audiencia...), necesarios para una nueva población y una nueva forma de vida. Granada se alzaba como un nuevo símbolo para la cristiandad, constituyendo un reto para la Monarquia el transformar el último bastión islámico de la Península en una ciudad cristiana del s. XVI. Esta idea se plasma a través de construcciones como el Palacio de Carlos V, como residencia de los monarcas, la Chancillería, la Capilla Real -panteón real- o la Iglesia de San Juan de los Reyes, entre otros. El establecimiento de las diferentes órdenes religiosas supuso la creación de espacios adecuados: Los Monasterios. Al parecer durante los siglos XVI y XVII se implantaron en Granada más de 19 conventos masculinos y otros tantos femeninos. La Arquitectura monástica, que se creó en el s. VI, comprendía, aparte de la Iglesia, claustros, celdas, refectorios, hospederías, cocina, panadería, herrerías, cuadras, molinos, etc. superando en dependencias al castillo medieval. Constituyeron durante mucho tiempo los focos más importantes de creación y difusión cultural. Solian situarse lejos de lugares poblados. Ya en el s. VII San Isidoro, en una de sus reglas, describía cómo debian ser las principales partes de un monasterio: huerto para la manutención de los monjes, iglesia cercana a las celdas -éstas para al menos diez individuos-, refectorio, despensa, enfermería... Pero será a partir del s. XI cuando surjan los monasterios más importantes, y los monjes del Cister, con Bernardo de Claraval (San Bernardo) al frente, quienes reformen la disciplina monástica y por tanto su arquitectura. El Monasterio de San Jerónimo se creó bajo el patronazgo de los Reyes Católicos en 1492, en Santa Fe, pasando más tarde al solar que hoy ocupa el Hospital e Iglesia de San Juan de Dios, para finalmente ubicarse sobre los terrenos que dicen peretenecían a Boabdil, último monarca nazarí. Comenzadas las obras bajo proyecto gótico, como era habitual en las obras patrocinadas por los Reyes Católicos, se cambiaron posteriormente por los nuevos modelos renacentistas. Ello se debió al hacerse cargo de sus costes de Duquesa de Sessa, quien pidió a cambio la Capilla Mayor de la Iglesia para enterramiento suyo y de su marido. Era habitual en esa época el que las familias nobles costearan las obras religiosas a cambio de tener en ellas capillas funerarias. El conjunto del Monasterio, realizado en el s. XVI, excepto las pinturas murales que se hicieron en el s. XVIII, consta de Iglesia y dos claustros en torno a los cuales se distribuyen las diversas dependencias. Un gran elenco de artistas se dieron cita en esta obra: Jacobo Florentino, Diego de Siloé y Lázaro de Velasco, así como los más importantes artistas de la Escuela Granadina: Juan de Aragón, Vázquez el Mozo, Pesquera, Pedro de Orea, Pablo de Rojas, Pedro de Raxis... La IGLESIA es de planta basilical: una nave, crucero, capillas laterales y Capilla Mayor. La nave se cubre con bóveda de crucería; la Capilla Mayor con bóveda de medio cañón y tres cascos de esfera; los brazos del crucero con medio cañón y sobre el crucero cimborrio sobre trompas aveneradas en las que apean las esculturas de los Evangelistas, y encima bóveda de crucería. Todas estas cubiertas aparecen ricamente decoradas: relieves en casetones en el crucero y Capilla Mayor (obra de Diego de Siloé y sus discípulos); pinturas al fresco en los paramentos y bóveda de la nave (de Juan de Medina). De todo este rico interior destaca el magnífico RETABLO de la Capilla Mayor. Realizado entre 1570 y 1605, se reflejan en él las características propias del Renacimiento y el Manierismo. Considerados los retablos como el medio más eficaz para enseñar la religión a sus fieles, éste nos ofrece con relieves y figuras de bulto redondo escenas referentes a la Vida de Cristo. Surgen los retablos en el s. XIII como consecuencia de la nueva arquitectura religiosa: la gótica por la románica, que al desaparecer las pinturas murales, las enseñanzas que a través de ellas hacía la Iglesia, pasan a hacerlo la pintura, escultura y relieves de los retablos. Se estructura en sotobanco, banco o predella, tres pisos, doble ático, tres calles y guardapolvo. A ambos lados las figuras orantes del Gran Capitán y la Duquesa de Sessa. En el Coro, situado a los pies de la iglesia y en alto, sobresalen la magnífica sillería realizado por Siloé y el órgano de fines del s. XVIII. La Portada presenta tres cuerpos. En el inferior se abre la puerta de acceso: de arco de medio punto enmarcado por dobles columnas estriadas, sobre ellas el entablamento en el que apea una hornacina que acoge un relieve de S. Jerónimo. En el segundo cuerpo sobre el escudo de los Reyes Católicos y sus iniciales, se ubica una gran ventana flanqueada por bichas y tondos con los bustos de San Pedro y San Pablo. En el lateral derecho se alza la torre, de tres cuerpos más el de campanas, éste último posterior, ya que fue destruido durante la invasión napoleónica para hacer con sus piedras el Puente Verde. Gran impresión produce desde el exterior su cabecera ochavada, con sus potentes contrafuertes de carácter medieval suavizado por los nuevos aires clasicistas de sus relieves: escudo del Gran Capitán y esposa, sostenido por guerreros con hachas vestidos a la romana, medallones con bustos e inscripciones alusivas a las hazañas del Gran Capitán, sostenido por dos figuras femeninas, alegorias de la Fortuna y la Industria. Los dos CLAUSTROS con que cuenta el Monasterio son distintos tanto por su estilo como por sus dimensiones. El mayor, al que se accede por una puerta abierta en la fachada que forma ángulo con la Iglesia, lo forman dos pisos de galerías abiertas; la inferior es de nueve arcos de medio punto con capiteles góticos. Las siete portadas de las capillas funerarias que se abren a este patio fueron realizadas por Diego de Siloé, en las que nos presenta toda la riqueza decorativa del Renacimiento. El segundo patio, muestra elementos renacentistas, góticos y mudéjares; sus dependencias fueron habitadas por la Emperatriz Isabel, esposa de Carlos V, en su viaje de bodas. Tiene dobles galerías, la inferior de siete arcos de medio punto sobre columnas, con basas, capiteles y cimacio de carácter mudéjar; la segunda galería, de arcos rebajados y con balaustrada, fue reconstruida en 1965, ya que un incendio lo destruyó. Después de haber pasado por muchas dificultades que mermaron su patrimonio, como durante la invasión napoleónica o tras la Desamortización de Mendizabal (1835), durante mucho tiempo estuvo dedicado a cuartel, para pasar, en 1967, de nuevo a manos de la Orden Jerónimo a instalarse en él las monjas jerónimas. La iglesia es utilizada a menudo como recinto para conciertos.