Ruta 5  Cuevas y abadía del Sacromonte
 El barrio más extraño y misterioso del mundo. 




Para hacer caminando.
Inicio: Paseo de los Tristes.
Final: Paseo de los Tristes
Coche: Imposible aparcar; parking subterráneo más cercano: San Agustín
Autobús: Líneas 7 y Albaycín.
Taxi:
Tiempo estimado sin paradas ni visitas: 1.45 horas.
  Al igual que en la ruta anterior, comenzamos el itinerario en el Paseo de los Tristes, subiendo la Cuesta del Chapiz. Nada más comenzar, a mano derecha nos encontramos un portón de madera a través del cual accedemos al Palacio de los Córdova, que viajó en otros tiempos desde su original ubicación en el centro de la ciudad y que ahora es Archivo Municipal.
Algo más arriba en la Cuesta del Chapiz nos encontramos con la Casa del Chapiz, que sí es original de la zona. Contiene numerosos estilos arquitectónicos: columnas dóricas, arcos de herradura, ojivas apuntadas, albercas rectangulares que se abren hacia la Alhambra con adornos de yeserías y mocárabes... Todo junto en una yuxtaposición perfecta para la Granada del siglo XVI.
Actualmente es la sede de la Escuela de Estudios Árabes.
Nada más salir de la Casa del Chapiz torcemos a la derecha y cogemos el Camino del Sacromonte. Consiste en un viacrucis que atraviesa el monte sagrado hasta la abadía que nació de la leyenda de los mártires Cecilio, Hiscio y Tesifón en el siglo XVII (la cual consiguió hacer a San Cecilio patrono de Granada). El camino remonta el curso del río Darro, que queda a nuestra derecha (al igual que una maravillosa vista de la Alhambra, sobre todo al ocaso), mientras que a la izquierda pasaremos incontables cuevas habitadas. ¡Parece mentira que un barrio así esté a quince minutos del centro! Ya no es sólo la originalidad de las viviendas, es además la forma de ocupar el espacio que se distribuye en la empinada ladera. Las cuevas, es evidente, no se pueden construir siguiendo un plan previo sino aprovechando las grutas naturales del terreno que tienen una distribución caprichosa. Aun así, los habitantes han sabido acomodarse a la montaña para ir creando un recorrido agradable entre calles, pequeñas plazas y terrazas que dominan hermosas perspectivas.
Si hay algo típico del Sacromonte y de sus habitantes, mayoritariamente de raza gitana, es la zambra. La zambra es una fiesta imprescindible en Granada, por los increibles escenarios de las cuevas, por el color, el cante, el baile y, sobre todo, porque los gitanos disfrutan con la zambra y lo espontáneo puede surgir, sin proponérselo, cualquier noche o cualquier fin de semana.
En nuestro caminar pasaremos junto a cuevas de renombre como la Peña de la Platería, la de Jaime Heredia el Parrón o la de María la Canastera.
Por fin nos encontraremos en lo alto de una colina la abadía que fundara el arzobispo Pedro de Castro en el XVII, y para llegar a ella tendremos que subir un tortuoso camino dividido en siete cuestas. Construida sobre el lugar donde sufrieron martirio Cecilio, Hiscio y Tesifón, contiene obras de los mejores artistas granadinos del siglo XVII como Alonso Cano, Sánchez Cotán, Raxis, Bocanegra y, sobre todo, las planchas que sirvieron para la estampación de los originales grabados que constituyen el más rico capítulo de la historia gráfica de Granada. El plano que grabó Ambrosio de Vico en el XVI y nos ha permitido reconstruir con precisión la Granada medieval.
También encontraremos los grabados que Heylan hizo para contarnos el hallazgo de los santos restos de Cecilio en las cuevas que se abren junto a la iglesia, que también podremos visitar. Todos los alrededores de la abadía se abarrotan el primer domingo de febrero, por la festividad de San Cecilio, y el ayuntamiento regala habas y bebida, además de agradar al público con bailes regionales.
Tras la visita, desharemos todo el Camino del Sacromonte hasta llegar de nuevo al Paseo de los Tristes. Si contamos con tiempo, merece la pena perderse un poco por las calles que trepan el cerro del Sacromonte. Recordemos que todo el itinerario puede realizarse en autobús y, algo más rústico, en burro-taxi (con parada en el Puente del Rey Chico, al final del Paseo de los Tristes).